Creo que el amor debe ser como el amor que le tenemos a nuestras madres. Incuestionable, fiel, entrañable, confiado, profundo, ardiente.

Ese tipo de amor que no te da lugar a buscar defectos, porque los aceptas como tuyos; ese en el que vaya donde vaya vas tú también sin cuestionarte cuántos kilómetros son los que hay que recorrer; es aquel en el que cada día te levantas agradeciendo enormemente su simple presencia, que sigue a tu lado (siempre); un amor que siempre está contigo en los ratitos grises (y por supuesto también en los que calienta el sol), aquel en el que no dudas, la primera persona a la que acudes cuando necesitas mimos; aquel en el que no "deberías sentir" sino que sin más, sientes, y bien fuerte; no sé, un amor en el que no hagan falta las palabras porque las miradas ya lo dicen todo y uno en el que los "te quiero" nunca sobran. Uno que celebre tus victorias como si fueran suyas y que celebre más que tú, porque no puede estar más orgullosx de ti. Un amor que se desvive por quererte, intentando cada día ser mejor persona porque cada minuto que pasa te quiere un poquito más. Un amor nunca dependiente, comprensivo y respetuoso, un amor en el que no te planteas cambiar tu forma de ser (luz) porque te ama tal y como eres.

Pero lo más importante es que es un amor que no piensa, un amor que se deja llevar, en él la razón no existe, sólo da lugar al alma y al corazón, al instinto; un amor que te quiere siempre en el HOY, sin pensar en un mañana.

Y lo bonito de este texto, desde mi punto de vista, es que se puede aplicar a cualquier modo de amar, sin limitaciones, el amor en el alma, al final, debe ser siempre igual.

Amemos mucho, pero (siempre) amemos bien.

Rocio Lorenzo Salvador.

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